Abrí las puertas de mi mundo al ser que ame, deje que invadiera cada metro cuadrado, que interviniera en mi pensar racional y en mi sentir emocional, por ende deje que interviniera en mi libertad, deje que entrará a mi templo sagrado, me volví vulnerable pero a la vez más humana, más plena; y mientras ese ser supremo ingresaba en mi, recíprocamente hice lo mismo en el suyo. En base a mi voluntad, me libere paradojicamente de mi libertad, en busca de mi felicidad, y más allá de eso de mi plenitud. Me comprometí, y este compromiso mismo fue el sentir real que sella un amor, y que nos permitió realmente ver este mundo como la mezcla de un prisma. No hay amor verdadero en que la libertad no haya sido afectada, y sin compromiso no podemos alcanzar aquel nivel de humanidad en donde el amor se convierte el denominador común. El amor se convierte en nuestra arma real contra el enemigo al que todos tememos, aquello que denominamos Soledad. Finalmente cuando eres honesto y te amas de verdad, puedes decir: “este soy yo, esto genero, esto construyo”, y la careta en tu nuca; por más parecida que sea a tu rostro, sigue siendo simplemente lo que por su origen y antonomasia es; una simple imitación de aquel rostro que constituye la puerta de entrada a tu mundo. El amor etimológicamente no es libre, para lograr aquella plenitud tan anhelada, cedes tu libertad en pos de cosas mayores como el amor a Dios… Gracias por tocar mi corazón...
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