Ay,
en mis brazos he perdido a todas,
Sólo
tú vuelves siempre a renacer:
Porque
nunca te tuve, te retengo.
Rainer Maria Rilke
La psicopatología conyugal se inicia en las etapas tempranas del enamoramiento, en la cual se “inicia la elaboración del conjunto de demandas específicas de cada futuro cónyuge para acomodarlas a los proyectos a realizar en una posible relación conyugal futura” (Montoya, 2000:24). La pareja se estanca en las etapas iniciales de su ciclo vital: enamoramiento, simbiosis o lucha de poder. Temen el desencanto, evitan el cambio, estableciendo un vínculo negativo (García, 2001), el cual consiste en sustentar una esperanza vana de obtener un satisfactor que el cónyuge no posee. La pasión reemplaza al amor durante el empantanamiento en las arenas movedizas del enamoramiento. La protección reemplaza al amor durante el enmarañamiento de los tentáculos de la simbiosis. El poder reemplaza al amor, durante la guerra por el dominio. Para amar es imprescindible reconocer la falsedad del yo y del entorno artificial. Eso es posible únicamente en personas que fueron capaces de trascender (Pinto, 2005), en individuos que reconocieron su libertad de decisión, y que se atreven a jugarse totalmente por el otro. Quienes se aferran a su yo (narcisistas), y quienes se aferran al yo del otro (dependientes), son incapaces de amar. Esperan aquello que nunca recibieron, o confunden amar con condiciones de apego infantiles.
Existen tres tipos de procesos psicopatológicos: la colisión, la colusión y la complementariedad.
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